miércoles, 17 de noviembre de 2010

Este próximo Sábado, mis amigos y yo vamos a realizar la III Ruta del Mosto, en Sanlúcar. Que no es otra cosa que ir de bar en bar bebiendo y comiendo como cerdos. A ver cómo acabamos. Posiblemente, sea en una cuneta. Ya os contaré.


martes, 9 de noviembre de 2010

Surgió el amor.

Nos conocimos ayer. Fue un flechazo. Sí, es Kristen Stewart. Y sí, estamos juntos.

Las churrerías deberían abrir por la tarde.

En realidad, nada tiene que ver la entrada con churros.
El caso es que, a mí y a mi hermano se nos antojó, hace un rato, comer churros. Fue como una iluminación, se nos vino de repente. Yo ya había sacado el puré de patatas para prepararlo (es lo único comestible que me queda), cuando se nos ocurrió. Así que, ilusionado y con la boca hecha agua, bajé corriendo para ir a la churrería que hay a dos pasos de mi casa. Como es normal, estaba cerrada. Pues que sepa el dueño que, por la tontería de no abrir por la tarde, ¡acaba de perder dinero!
Lo guay de la historia es que, a la vuelta, un viejo me ha llamado gritando, ha corrido hacia mí y hemos mantenido una conversación:

-¡Eh! ¡Eh! ¡Eh! ¡Eh!¡Chico, chico!

(Por cierto, el viejo estaba como una cuba).

-¿Sí?

-¿Dónde vas?

-A mi piso, es este de aquí.

-Ah.

-¿Y usted?

-¿Yo? Yo... eh, em... ¿Yo? A aparcar el coche. ¿Y tú?

-Eh... a mi piso.

Acto seguido, me ha ofrecido un cigarro. Tenía mucho hambre y mi hermano me esperaba ansioso arriba, así que le dije "gracias, pero otro día". Me dijo que vivía aquí, justo en el bloque que esta junto al mío, y le prometí que pronto nos veremos otra vez y que charlaremos si le apetece.
¡Pero qué agradables son los viejos cuando estan pasados de copas!

La noche del Miedo.

No, no hablo de ese programa especial que hace poco realizó Iker Jimenez en su conocido programa radiofónico "Milenio 3". Hablo de una noche que vivimos mis amigos y yo. Una noche escalofriante. Hace ya más de un año que ocurrió esto, por lo que no me acuerdo de todo, pero trataré de relataroslo lo más detalladamente posible.
Resulta que, desde hace un par de años, hemos cogido la costumbre o tradición de realizar una queimada durante la noche de Halloween. Para el que no lo sepa, la queimada es una especie de ritual, cuyo fin es protegerse de los fantasmas y todo lo sobrenatural, en resumen. El ritual consiste en preparar un brebaje, hecho de aguardiente, azúcar, granos de café, cortezas de limón y de naranja. Luego, se quema el alcohol, una vez esté mezclado todo y, mientras arde, se recita, en voz alta y todos al unísono, el conjuro. Es bastante divertido. Resulta que, se supone, si se hace fal el ritual, la Santa Compaña, esa procesión de muertos que vaga por los bosques de Galicia en busca de una nueva víctima, aparece allí donde estés haciéndolo para "saludarte".
Bien es sabido que, mis amigos y yo, no somos demasiado creyentes (somos unos ateos blasfemos), y somos escépticos. Esa noche, estoy seguro, todos nos replanteamos nuestra creencia religiosa aunque sólo fuese por unos minutos.
Llegamos al campo de Elías, situado en medio de la nada, alejado de la ciudad, con unos bocadillos comprados en una tienda, unas patatas fritas y unas bebidas. Íbamos en plan cachondeo, es decir, nuestra intención era pasar un buen rato allí, riéndonos y charlando, alejados de toda la basura de la ciudad. Primero, comimos. Allí, no hay electricidad, no hay luz. Lo único que había era una lámpara de gas, pero que hacía el avío. Comimos tranquilamente, a la tibia luz del gas, charlando, riéndonos, seguramente criticando, imitando a personajes televisivos y bailando danzas extrañas. Azí zemo. Cuando terminamos de comer, nos pusimos manos a la obra.
Retiramos todos los objetos que había en aquella pequeña casa. Para que podáis imaginarla correctamente, os diré que era un simple cuarto, típico de campo, con una pequeña cocina, un sofá, y una zona donde se acumulaba cantidad de objetos. Con sal, en el suelo, realizamos un círculo, lo suficientemente grande como para poder caber los tres en su interior. La sal, supuestamente, es protectora, ya que simboliza la pureza. Realizamos el conjuro correctamente, con sólo una incidencia: Ezequiel vomitó.
...
...
...
No, en serio. Vomitó, decía que le daba asco el exquisito brebaje que habíamos preparado (era vomitivo). Después, contamos nuestras penas, arrepentimientos y demás, que es la segunda y última parte del ritual que hay que llevar a cabo. Se dejaron caer ahi estudios, exnovias varias, familia... Acto seguido, los cuatro, nos fuimos al sofá que había en el cuarto. Y ahí comenzó todo.
No os voy a contar todo el que pasó extensamente, es más, lo voy a redactar de una manera mas esquematizada, así es más fácil de leer -y así acabo antes, que ya me he cansado de escribir- y no os aburrís:

- Os juro por mis perras, que todos los presentes veíamos como las dimensiones de la habitación, en la oscuridad de la noche, iba cambiando. La ventana, a medida que avanzaba la noche, se encontraba más a la derecha, una piragua que se encontraba arriba de nuestras cabezas, correctamente sujeta, se hacía más y más larga. Esto no es ninguna mentira, y seguramente sería fruto de la sugestión, la oscuridad y el alcohol. Pero ocurrió.

- La expresión de terror más brutal que he visto en mi vida. Elías, sentado a mi izquierda, asegura que vio pasar una figura encapuchada por la ventana que se encontraba a mi derecha. Yo, mirando en ese momento hacia Ezequiel, vi la cara que, de repente, puso Elías. Os aseguro, que estaba blanco, y con una expresión imposible de explicar. De hecho, era tan real, que pensé que había visto algo malo de verdad, yo ya me veía bajo tierra, se me heló la sangre, los bellos de punta, incluso me mareé. Agité a Elías un par de veces, mire hacia la ventana y le grité. Finalmente, volvió en sí y me explicó lo que había visto.

- Un agudo chillido nos mantuvo en silencio 10 segundos. Es lo más extraño que me ha ocurrido en mi vida. Se notó perfectamente cómo el pánico se apoderaba de todos. Cuando se había roto ya el ambiente, y hablábamos de temas banales, escuchamos, de repente, un chillido agudo, terrorífico. Los cuatro, nos quedamos paralizados, y no pudimos hablar en 10 segundos.

- Los bichos del campo no paraban de armar jaleo. Sí, las gallinas, pollos, gallos, gatos y demás, no paraban de hacer ruido, como alertados por algo.

-Hay más cosas, ya las seguiré escribiendo.

El caso es que, no hemos hablado de esa noche nunca más. Fue extraño, como si quisiésemos olvidarlo, como si nunca hubiese ocurrido. Ni el día posterior a esta noche, ni en el instituto en momentos aburridos, ni los sábados en la complicidad de La Hoguera. Nunca más, hablamos de eso. Realmente, nos marcó demasiado esa noche.


Una foto realizada esa misma noche, antes de que ocurriese nada.

Felicidades.

Por nuestra naturaleza curiosa y alocada, tenemos mucho dentro que ofrecer. Aunque poca gente sabe verlo, la verdad.
Esta es una entrada para felicitar a Galán, simplemente. Él, ha encontrado recientemente esa persona que recibirá todo el cariño que para ella tenía reservado. Enhorabuena Galán.
Hoy, 9 de Noviembre de 2010, estoy en Sevilla. Está lloviendo mucho (está cayendo la de Dios), y hace mucho viento y frío. Y yo, como siempre, estoy solo en el piso. Por eso, me apetece compartir esta canción con vosotros.

lunes, 8 de noviembre de 2010

"Dream as if you'll live forever, live as if you'll die today"

El otro día, de pronto, sentí hambre. Es algo que suele ocurrirme, ya estoy acostumbrado. Así que, me levanté de la cama y me dirigí hacia el frigorífico. En su interior, no había más que el resto de una litrona y medio limón más negro que mi futuro. Pasaba de volver a tumbarme en la cama a mirar, a través de la ventana, como el viento mecía la rama del árbol que se encuentra junto a mi piso. Cogí algo de dinero, el bonobús, y decidí ir al supermercado. Compraría cualquier cosa, una pizza precocinada, un paquete de verduras y una botella de vino, un paquete de pipas y un Redbull. No me apetecía andar, así que esperé sentado en la parada del autobús viendo como un niño jugaba con una pelota en la puerta de su casa. Y sentí envidia. El caso, es que me monté en el autobús. En él, en el fondo, había sentado un anciano. Su cara, su expresión me heló el corazón. Tenía los ojos llorosos, la mirada perdida, una mueca en los labios de odio, resignación, de arrepentimiento… Las manos entrelazadas, la cabeza gacha. Supongo que tendemos a amoldar las historias que escuchamos, las experiencias que vivimos, las cosas que vemos según nuestro estado de ánimo y nuestras circunstancias. Así que, yo hice lo propio.

Me imaginé que aquel viejo se sentía vacío, humillado ante la vida, que le había ganado la partida. Se arrepentía de no haber estado en el lugar que quería, haber hecho lo que quería, con quien quería y como quería. Y ya era demasiado tarde. Había desperdiciado el tiempo, todo el de su vida, en hacer lo que se suponía que debía hacer. Había formado una familia, había tenido un trabajo digno que le mantenía ocupado la mayor parte del día, había visto el fútbol los sábados… ¿Y qué más? Nada. Realmente, no se sentía realizado, no se sentía bien consigo mismo, con lo que había sido, con lo que era y con lo que, seguramente, será.

Tengo, en estos instantes, 17 años, 310 días, 12 horas, 37 minutos y 4 segundos (aproximadamente). Y nunca, NUNCA jamás, volveré a tener 17 años, 310 días, 12 horas, 37 minutos y 4 segundos. ¿Realmente merece la pena hacer la cama, que está deshecha? ¿O sentarme en el sofá a ver programas basura? ¿Merece la pena hacer lo que se te dicta? Solo se vive una vez. “Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver”.

viernes, 5 de noviembre de 2010

jueves, 4 de noviembre de 2010

La familia árabe

Sí, extraño título. Es una anéctoda simple, corta, pero me gusta recordarla, ya que me gustaría poder comportarme así siempre. Estaría bonito que así lo hiciésemos todos.
Anteriormente, ya he mencionado ese espléndido verano etílico que nos tiramos en Pequeña California. Ocurrió en ese mismo verano que, de camino a nuestro paraíso desolado, yendo en moto, como siempre, nos cruzamos con un coche que nos pitó. Nos acercamos. Era una familia árabe, un padre, una madre, y una pequeña muchachita. El hombre, con cara de bonachón, nos preguntó que hacia dónde debía dirigirse para ir hacia Jerez. Bueno, estábamos en la Jara y, para el que no lo sepa, la Jara se encuentra en la punta opuesta de la salida de Sanlúcar, por donde debían salir para ir hacia Jerez. Era imposible explicarle, desde donde estábamos, cómo llegar a aquel lugar. Así que, sin pensarlo demasiado, a lo loco (que es como salen las mejores cosas) decidimos, en dos segundos, acompañarlos hacia el lugar donde debían ir. Le dijimos "síganos usted con el coche", y les condujimos hacia la salida de Sanlúcar. Cuando llegamos, y ellos debían proseguir su camino, nos pitaron varias ocasiones y, la familia al completo, nos dedicó un saludo con la mano.
En fin, una bonita historia. Lo que es seguro, es que esa familia se llevó una buena imagen de los sanluqueños. Nos vemos.

Galán y los siete "negritos"

O negrazos, más bien. Esta historia tiene lugar en París, año... 2006, 2007, no me acuerdo. El caso es que viajamos a Francia, a París, más concretamente, como premio por haber salido victoriosos de un programa de televisión (sí, fuimos a un concurso televisivo y ganamos) del que, ahora mismo, no viene al caso hablar. Después de estar cerca de ser atropellados por varios coches, al intentar cruzar una gigantesca avenida del centro de París para comprar una botella de leche para, posteriormente, utilizarla en el hotel para preparar un colacao, Galán y yo, nos sentamos tranquilamente en un banco de una pequeña plaza (preciosa, por cierto), desde la que se veía la torre Eiffel. La verdad, es que es una de las estampas mas bonitas que he tenido ante mis ojos.
Ocurrió que el aburrimiento era tal, que Galán y yo comenzamos a escalar por unas estructuras extrañas (estos franceses...), que eran preciosas. Encima de una de ellas, entre la pared y la misma estructura, quedaba un hueco de, aproximadamente, 30 centímetros. A todo esto, yo ya había bajado de la estructura y estaba por ahi, haciendo vete tú a saber qué. Pero Galán, en este hueco que quedaba, encontró algo: una mochila. Estaba claro que la mochila la habían puesto ahí a conciencia, perfectamente ocultada. Bajó con ella, y me enseñó. La abrimos y nos quedamos confusos, pero enseguida nos entró el temor de lo que pudiese venirnos encima por curiosear. Estaba repleta de réplicas de la torre Eiffel y algunas figuritas más. Casi instintivamente, me retiré de Galán. Éste, fue rodeado por 7 u 8 hombres, de color negro, que le amenazaban en algún idioma que no entendíamos.
Ahí estaba Galán, rodeado por varios hombres, auténticos armarios empotrados, corpulentos al máximo, y, Galán, en el centro, con esa media sonrisa del atemorizado que no entiende muy bien que ocurre.
Lo comprendimos al instante, esa mochila transportaba la mercancía que, estos hombres, vendían en aquella plaza. Galán dejó la mochila en el suelo. Y se escabulló entre la multitud.
Tuvimos suerte en esta ocasión, a saber cómo podría haber acabado Galán.

Moraleja: Piénsatelo dos veces antes de curiosear mochilas ajenas.

Expediente X, #1

Hay ciertas historias que no es conveniente que publique en un blog. Pero, para no olvidarlas, escribiré varias frases claves para que Galán, Ezequiel, quien conozca la historia, incluso yo, en un futuro, sepa inmediatamente de cuál se trata.

Se te calló, un coche la atropelló. Playa. Al final, entre cubos de basura. Tremenda historia.

Pequeña California.

Esta entrada es, simplemente, un homenaje a Pequeña California. Como podéis ver en la foto, no es más que un descampado con un pozo o depósito de agua.
Hubo un verano en nuestras vidas, en el que no hacíamos otra cosa que comprar un paquete de patatas, dos litronas, un paquete de Camel, y nos íbamos a este lugar. Con el puntito de la cerveza, a las 12 de la mañana, a las 5 de la tarde, a las 10 de la noche, soñábamos con huir algún día de esta, nuestra tierra, hacia algún lugar donde nos latiese el corazón con fuerza, algún lugar como América. Algun lugar como California. De ahí el nombre de "Pequeña California". Guardo muy buenos recuerdos de ese lugar, dejado de la mano de Dios, perdido en algún lugar de la Jara (la cual siempre tuvo algo mágico para nosotros). Allí aprendimos mucho de nosotros mismos, nos abrimos totalmente y crecimos espiritualmente. Siempre recordaré este, nuestro escondite. Algún día volveré a soñar en Pequeña California.

El caso de las cervezas hurtadas.

Sí, he titulado esta entrada. Desde luego, se lo merece. Agarráos, que allá va una muy gorda.
Galán y yo, a finales del curso pasado (2º de Bach.), nos habíamos convertido en personajes célebres del instituto. Y no es para menos, 6 añazos de intensas vivencias nos unen con esas paredes de color oliva. Digamos que, para la directiva del centro, y para algunos profesores, eramos los alumnos predilectos (que no estudiosos, entendamos la diferencia), y se nos encargaba tareas como organizar un viaje, ayudar a preparar algún evento, chorradas así.
La historia comienza cuando cierran, por motivos que no recuerdo, un instituto que se encontraba junto al nuestro. Entonces, deciden que el sistema de megafonía que había en ese instituto, lo pasasen e instalasen al nuestro. La directiva de nuestro instituto, siempre innovadora, nos propuso (a Galán y a mí) encargarnos de una pequeña radio que sonaría todos los días durante el recreo. Accedimos. Pondríamos musiquita, informaríamos sobre eventos y demás, felicitaríamos a estudiantes y profesores, incluso haríamos entrevistas.
Fue bien los primeros días. Nos familiarizamos con la mesa de mezclas, algo complicada de usar, y allí estábamos, tela de tranquilos, durante los recreos. Pero todo se torció cuando descubrimos una puerta, casi camuflada, entre los trastos, en el cuarto donde se encontraba el retransmisor. Como somos de naturaleza curiosa, la abrimos. Se trataba de una antiguo estudio donde se trataba la fotografía. Encontramos fotos antiguas, papel fotográfico del bueno y caro, y muchos otros utensilios que no nos atrevimos a tocar por nuestra propia integridad física. Pero se nos hizo los ojos bolita (y la boca agua), cuando descubrimos una pequeña neverita, llena de ¡cerveza!. Sí, de cajas y cajas de cervezas de varios tipos, así como de moscatel y algún que otro vino. Ese mismo día nos ventilamos la botella de moscatel. Sí, en el recreo, en el instituto, mientras éramos responsables de la radio y se había confiado en nosotros. Azí zemo. Os podéis imaginar el resto. Durante las siguientes semanas, esperábamos la llegada del recreo con la ilusión de un niño de 1º de ESO, aunque nosotros no jugábamos al fútbol, sino que bebíamos alcohol y fumábamos. En una semana, nos bebimos dos cajas de 24 botellines de cerveza (sí, 48 botellines en una semana, hagan sus propias cuentas). Las clases de matemáticas, historia, lengua, las afrontábamos con mucha mas alegría (que no compostura). Pero aquel juego de fumar y beber alcohol en el recreo, no podía acabar bien.
Un día, nos llamaron los jefazos. Fuimos hacia el despacho, y allí nos encontramos lo que ya nos esparábamos. Nos echaron la bronca del siglo, nos obligaron a comprar aquellas cervezas y devolvérselas al dueño (sí, tenían dueño, un profesor del nocturno que, por lo visto, se corría sus fiestecillas de vez en cuando), pero ¡no nos expulsaron!. Nos dijeron (palabras textuales): no estáis en la calle ahora mismo con muchos días de expulsión, porque sois Galán y Yuste. Nunca nos alegramos tanto de ser nosotros mismos.
En fin, una anéctoda que recordaremos siempre, y si no, siempre tendremos este blog para volver a leerla y reirnos un ratito. Fue divertido mientras duró y, aunque nos echaron una bronca monumental, ¿qué queréis que os diga? Que nos quiten lo bailado. Que nos quiten lo bebido. Un saludo!

CHICOS Y CHICAS, NO LO HAGAN EN SUS INSTITUTOS, BEBER Y FUMAR EN EL CENTRO ESTÁ PROHIBIDO. COGERSE UNA COGORZA EN EL RECREO, AUNQUE DIVERTIDO, ES ILEGAL.

Recuerdo una graciosa (y bochornosa) anécdota. Ocurrió un día normal y corriente, en todos los aspectos, en nuestra ciudad de procedencia, Sanlúcar. Galán y yo nos encontrábamos en el instituto (cuyo nombre no mencionaré, por respeto), saltándonos la clase o vete tú a saber qué estábamos haciendo - nada bueno-, y paseábamos por el pasillo, recordando y citando en voz (demasiado) alta, frases célebres de películas. Después de citar varias de ellas, nos quedamos callados durante unos minutos, mientras seguíamos andando y entrábamos en un nuevo pasillo. Los dos con la cabeza gacha, continuamos nuestro recorrido. En el preciso instante en el que a Galán se le encendió la bombilla, y recordó una conocidísima frase de una famosa película, nos cruzamos con una chica. "¡¡¡NO SIENTO LAS PIERNAS!!!" El grito retumbó por todo el instituto. Esa chica... iba en silla de ruedas.
En fin, uno de los desafortunados episodios que ha vivido Galán. He de decir que, aunque nos reímos a rabiar, nos sentíamos arrepentidos. Pobre chica, no se lo merecía. Evidentemente, ninguno de los dos habíamos visto aparecer a esa chica, fue totalmente fortuito. Mala suerte, compañeros!
Hoy, 4 de Noviembre de 2010, con 26 grados a la sombra en la bellísima metrópolis de Sevilla, doy por inaugurado este, nuestro blog. En él, iré contando todas las aventuras que mis amigos y yo vivimos, así como sentimientos que necesitemos expresar, cambios que sufran nuestras vidas... Más que un blog, se trata de un diario; con él pretendo que todas esas historias que me unen a mis amigos no caigan en el olvido, como, seguramente, haya ocurrido ya con varias. Un saludo, bricomaníacos!