jueves, 4 de noviembre de 2010

Galán y los siete "negritos"

O negrazos, más bien. Esta historia tiene lugar en París, año... 2006, 2007, no me acuerdo. El caso es que viajamos a Francia, a París, más concretamente, como premio por haber salido victoriosos de un programa de televisión (sí, fuimos a un concurso televisivo y ganamos) del que, ahora mismo, no viene al caso hablar. Después de estar cerca de ser atropellados por varios coches, al intentar cruzar una gigantesca avenida del centro de París para comprar una botella de leche para, posteriormente, utilizarla en el hotel para preparar un colacao, Galán y yo, nos sentamos tranquilamente en un banco de una pequeña plaza (preciosa, por cierto), desde la que se veía la torre Eiffel. La verdad, es que es una de las estampas mas bonitas que he tenido ante mis ojos.
Ocurrió que el aburrimiento era tal, que Galán y yo comenzamos a escalar por unas estructuras extrañas (estos franceses...), que eran preciosas. Encima de una de ellas, entre la pared y la misma estructura, quedaba un hueco de, aproximadamente, 30 centímetros. A todo esto, yo ya había bajado de la estructura y estaba por ahi, haciendo vete tú a saber qué. Pero Galán, en este hueco que quedaba, encontró algo: una mochila. Estaba claro que la mochila la habían puesto ahí a conciencia, perfectamente ocultada. Bajó con ella, y me enseñó. La abrimos y nos quedamos confusos, pero enseguida nos entró el temor de lo que pudiese venirnos encima por curiosear. Estaba repleta de réplicas de la torre Eiffel y algunas figuritas más. Casi instintivamente, me retiré de Galán. Éste, fue rodeado por 7 u 8 hombres, de color negro, que le amenazaban en algún idioma que no entendíamos.
Ahí estaba Galán, rodeado por varios hombres, auténticos armarios empotrados, corpulentos al máximo, y, Galán, en el centro, con esa media sonrisa del atemorizado que no entiende muy bien que ocurre.
Lo comprendimos al instante, esa mochila transportaba la mercancía que, estos hombres, vendían en aquella plaza. Galán dejó la mochila en el suelo. Y se escabulló entre la multitud.
Tuvimos suerte en esta ocasión, a saber cómo podría haber acabado Galán.

Moraleja: Piénsatelo dos veces antes de curiosear mochilas ajenas.

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