jueves, 4 de noviembre de 2010

El caso de las cervezas hurtadas.

Sí, he titulado esta entrada. Desde luego, se lo merece. Agarráos, que allá va una muy gorda.
Galán y yo, a finales del curso pasado (2º de Bach.), nos habíamos convertido en personajes célebres del instituto. Y no es para menos, 6 añazos de intensas vivencias nos unen con esas paredes de color oliva. Digamos que, para la directiva del centro, y para algunos profesores, eramos los alumnos predilectos (que no estudiosos, entendamos la diferencia), y se nos encargaba tareas como organizar un viaje, ayudar a preparar algún evento, chorradas así.
La historia comienza cuando cierran, por motivos que no recuerdo, un instituto que se encontraba junto al nuestro. Entonces, deciden que el sistema de megafonía que había en ese instituto, lo pasasen e instalasen al nuestro. La directiva de nuestro instituto, siempre innovadora, nos propuso (a Galán y a mí) encargarnos de una pequeña radio que sonaría todos los días durante el recreo. Accedimos. Pondríamos musiquita, informaríamos sobre eventos y demás, felicitaríamos a estudiantes y profesores, incluso haríamos entrevistas.
Fue bien los primeros días. Nos familiarizamos con la mesa de mezclas, algo complicada de usar, y allí estábamos, tela de tranquilos, durante los recreos. Pero todo se torció cuando descubrimos una puerta, casi camuflada, entre los trastos, en el cuarto donde se encontraba el retransmisor. Como somos de naturaleza curiosa, la abrimos. Se trataba de una antiguo estudio donde se trataba la fotografía. Encontramos fotos antiguas, papel fotográfico del bueno y caro, y muchos otros utensilios que no nos atrevimos a tocar por nuestra propia integridad física. Pero se nos hizo los ojos bolita (y la boca agua), cuando descubrimos una pequeña neverita, llena de ¡cerveza!. Sí, de cajas y cajas de cervezas de varios tipos, así como de moscatel y algún que otro vino. Ese mismo día nos ventilamos la botella de moscatel. Sí, en el recreo, en el instituto, mientras éramos responsables de la radio y se había confiado en nosotros. Azí zemo. Os podéis imaginar el resto. Durante las siguientes semanas, esperábamos la llegada del recreo con la ilusión de un niño de 1º de ESO, aunque nosotros no jugábamos al fútbol, sino que bebíamos alcohol y fumábamos. En una semana, nos bebimos dos cajas de 24 botellines de cerveza (sí, 48 botellines en una semana, hagan sus propias cuentas). Las clases de matemáticas, historia, lengua, las afrontábamos con mucha mas alegría (que no compostura). Pero aquel juego de fumar y beber alcohol en el recreo, no podía acabar bien.
Un día, nos llamaron los jefazos. Fuimos hacia el despacho, y allí nos encontramos lo que ya nos esparábamos. Nos echaron la bronca del siglo, nos obligaron a comprar aquellas cervezas y devolvérselas al dueño (sí, tenían dueño, un profesor del nocturno que, por lo visto, se corría sus fiestecillas de vez en cuando), pero ¡no nos expulsaron!. Nos dijeron (palabras textuales): no estáis en la calle ahora mismo con muchos días de expulsión, porque sois Galán y Yuste. Nunca nos alegramos tanto de ser nosotros mismos.
En fin, una anéctoda que recordaremos siempre, y si no, siempre tendremos este blog para volver a leerla y reirnos un ratito. Fue divertido mientras duró y, aunque nos echaron una bronca monumental, ¿qué queréis que os diga? Que nos quiten lo bailado. Que nos quiten lo bebido. Un saludo!

CHICOS Y CHICAS, NO LO HAGAN EN SUS INSTITUTOS, BEBER Y FUMAR EN EL CENTRO ESTÁ PROHIBIDO. COGERSE UNA COGORZA EN EL RECREO, AUNQUE DIVERTIDO, ES ILEGAL.

2 comentarios:

  1. Se te olvida que yo también formé parte de esto, solo que el director y el jefe de estudios lo desconocian XD

    ResponderEliminar