lunes, 8 de noviembre de 2010

"Dream as if you'll live forever, live as if you'll die today"

El otro día, de pronto, sentí hambre. Es algo que suele ocurrirme, ya estoy acostumbrado. Así que, me levanté de la cama y me dirigí hacia el frigorífico. En su interior, no había más que el resto de una litrona y medio limón más negro que mi futuro. Pasaba de volver a tumbarme en la cama a mirar, a través de la ventana, como el viento mecía la rama del árbol que se encuentra junto a mi piso. Cogí algo de dinero, el bonobús, y decidí ir al supermercado. Compraría cualquier cosa, una pizza precocinada, un paquete de verduras y una botella de vino, un paquete de pipas y un Redbull. No me apetecía andar, así que esperé sentado en la parada del autobús viendo como un niño jugaba con una pelota en la puerta de su casa. Y sentí envidia. El caso, es que me monté en el autobús. En él, en el fondo, había sentado un anciano. Su cara, su expresión me heló el corazón. Tenía los ojos llorosos, la mirada perdida, una mueca en los labios de odio, resignación, de arrepentimiento… Las manos entrelazadas, la cabeza gacha. Supongo que tendemos a amoldar las historias que escuchamos, las experiencias que vivimos, las cosas que vemos según nuestro estado de ánimo y nuestras circunstancias. Así que, yo hice lo propio.

Me imaginé que aquel viejo se sentía vacío, humillado ante la vida, que le había ganado la partida. Se arrepentía de no haber estado en el lugar que quería, haber hecho lo que quería, con quien quería y como quería. Y ya era demasiado tarde. Había desperdiciado el tiempo, todo el de su vida, en hacer lo que se suponía que debía hacer. Había formado una familia, había tenido un trabajo digno que le mantenía ocupado la mayor parte del día, había visto el fútbol los sábados… ¿Y qué más? Nada. Realmente, no se sentía realizado, no se sentía bien consigo mismo, con lo que había sido, con lo que era y con lo que, seguramente, será.

Tengo, en estos instantes, 17 años, 310 días, 12 horas, 37 minutos y 4 segundos (aproximadamente). Y nunca, NUNCA jamás, volveré a tener 17 años, 310 días, 12 horas, 37 minutos y 4 segundos. ¿Realmente merece la pena hacer la cama, que está deshecha? ¿O sentarme en el sofá a ver programas basura? ¿Merece la pena hacer lo que se te dicta? Solo se vive una vez. “Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver”.

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